Historia de la ciencia
El caballo se vuelve de acero
Por Ricardo Santiago Katz (*),
especial para Agencia NOVA.
***
Un 22 de febrero de 1804, para las carrozas de caballos había llegado el momento de la jubilación. El futuro del transporte de mercancías y de personas se llama locomotora: un vehículo que da grandes resoplidos empujado por un motor de vapor.
La idea de aplicar a una carroza sin caballos el motor de vapor se ha ocurrido a un mozo de 35 años de edad, Richard Trevithick. Tras varios años de pruebas y experimentos, el inventor ha alcanzado la gloria al demostrar la eficacia de su locomotora. Y ha ganado una apuesta de 500 guineas.
Trevithick eligió para la demostración una carretera, utilizada hasta ahora por carros tirados por caballos, que une las ciudades galesas de Penydaron y Abercynon: nueve millas en total. Y ha puesto a punto su locomotora, un monstruo de metal de cinco toneladas con un solo pistón que mueve las cuatro ruedas mediante engranajes y bielas.
"El propietario de una fundición, Anthony Hill, -explica Trevithick- se había apostado la colosal suma de 500 guineas sosteniendo que mi locomotora no saldría bien parada de esta empresa.
La apuesta indicaba, como ha ocurrido en realidad, que el convoy debía transportar 70 personas y 10 toneladas de hierro durante un recorrido de nueve millas. Pese al escepticismo de todos, mi locomotora ha recorrido las nueve millas, empleando cuatro horas y cinco minutos, con una velocidad máxima de cinco millas a la hora".
El recorrido no ha sido fácil. Se ha tenido que detener varias veces para cortar ramas de árboles y mover rocas que impedían el paso de la locomotora. Entre los pasajeros se encontraba el propio Hill, que se ha mostrado contento de haber perdido la apuesta, ya que augura un gran futuro para la máquina de vapor.
El inventor no se ha dormido en los laureles y ya se plantea nuevos retos: "Mi próxima locomotora transportará una carga cuatro veces superior".
Resulta increíble, pero un elemento tan inconsistente como el vapor ha sido capaz de transportar ayer 70 personas y 10 toneladas de hierro durante nueve millas. No hay más que inclinarse ante el genio que ha conseguido controlar esta fuerza y ponerla a disposición del progreso del hombre.
Ha pasado más de 100 años desde que el científico francés Denis Papin teorizó por primera vez sobre la posibilidad del uso del vapor, para realizar un trabajo. Ahora el vapor ha alcanzado su aplicación más alta y ha abierto la era en la cual el transporte de personas y mercancías se realizará sin utilizar la fuerza del animal.
Tras la teoría de Papin, el motor de vapor se ha desarrollado en Inglaterra. El ingeniero militar Thomas Savery (1650-1715) realizó el primer modelo que funcionó: no tenía partes en movimiento y servía para bombear agua de las minas aprovechando la diferencia de presión causada por el enfriamiento del vapor.
En 1712, otro inglés, Thomas Newcomen (1663-1729), construyó el primer motor a vapor verdadero, capaz de producir movimiento. El propulsor estaba basado en el movimiento alternativo de un pistón. Tuvo un éxito extraordinario, tanto que en 1750 funcionaban más de 100 unidades en Gran Bretaña.
Sin embargo, no se puede olvidar que el desarrollo definitivo de este fantástico propulsor se debe al escocés James Watt, nacido en 1736, que en 1763, aplicó un dispositivo, el condensador, que aumentaba notablemente el rendimiento. Ideó también el regulador automático de velocidad, que inauguró la era de los controles automáticos.
Pero, la locomotora de vapor sería perfeccionada, definitivamente, por otro inglés, George Stephenson, que en 1825 realizó, junto a su hijo Robert, la primera línea ferroviaria del mundo, la Darligton Stockton.
(*) Licenciado en Ciencias de la Educación y escritor bonaerense
La idea de aplicar a una carroza sin caballos el motor de vapor se ha ocurrido a un mozo de 35 años de edad, Richard Trevithick. Tras varios años de pruebas y experimentos, el inventor ha alcanzado la gloria al demostrar la eficacia de su locomotora. Y ha ganado una apuesta de 500 guineas.
Trevithick eligió para la demostración una carretera, utilizada hasta ahora por carros tirados por caballos, que une las ciudades galesas de Penydaron y Abercynon: nueve millas en total. Y ha puesto a punto su locomotora, un monstruo de metal de cinco toneladas con un solo pistón que mueve las cuatro ruedas mediante engranajes y bielas.
"El propietario de una fundición, Anthony Hill, -explica Trevithick- se había apostado la colosal suma de 500 guineas sosteniendo que mi locomotora no saldría bien parada de esta empresa.
La apuesta indicaba, como ha ocurrido en realidad, que el convoy debía transportar 70 personas y 10 toneladas de hierro durante un recorrido de nueve millas. Pese al escepticismo de todos, mi locomotora ha recorrido las nueve millas, empleando cuatro horas y cinco minutos, con una velocidad máxima de cinco millas a la hora".
El recorrido no ha sido fácil. Se ha tenido que detener varias veces para cortar ramas de árboles y mover rocas que impedían el paso de la locomotora. Entre los pasajeros se encontraba el propio Hill, que se ha mostrado contento de haber perdido la apuesta, ya que augura un gran futuro para la máquina de vapor.
El inventor no se ha dormido en los laureles y ya se plantea nuevos retos: "Mi próxima locomotora transportará una carga cuatro veces superior".
Resulta increíble, pero un elemento tan inconsistente como el vapor ha sido capaz de transportar ayer 70 personas y 10 toneladas de hierro durante nueve millas. No hay más que inclinarse ante el genio que ha conseguido controlar esta fuerza y ponerla a disposición del progreso del hombre.
Ha pasado más de 100 años desde que el científico francés Denis Papin teorizó por primera vez sobre la posibilidad del uso del vapor, para realizar un trabajo. Ahora el vapor ha alcanzado su aplicación más alta y ha abierto la era en la cual el transporte de personas y mercancías se realizará sin utilizar la fuerza del animal.
Tras la teoría de Papin, el motor de vapor se ha desarrollado en Inglaterra. El ingeniero militar Thomas Savery (1650-1715) realizó el primer modelo que funcionó: no tenía partes en movimiento y servía para bombear agua de las minas aprovechando la diferencia de presión causada por el enfriamiento del vapor.
En 1712, otro inglés, Thomas Newcomen (1663-1729), construyó el primer motor a vapor verdadero, capaz de producir movimiento. El propulsor estaba basado en el movimiento alternativo de un pistón. Tuvo un éxito extraordinario, tanto que en 1750 funcionaban más de 100 unidades en Gran Bretaña.
Sin embargo, no se puede olvidar que el desarrollo definitivo de este fantástico propulsor se debe al escocés James Watt, nacido en 1736, que en 1763, aplicó un dispositivo, el condensador, que aumentaba notablemente el rendimiento. Ideó también el regulador automático de velocidad, que inauguró la era de los controles automáticos.
Pero, la locomotora de vapor sería perfeccionada, definitivamente, por otro inglés, George Stephenson, que en 1825 realizó, junto a su hijo Robert, la primera línea ferroviaria del mundo, la Darligton Stockton.
(*) Licenciado en Ciencias de la Educación y escritor bonaerense
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