6 de octubre de 2009

Juan Carlos García profundiza en la vida y las teorías de Albert Einstein


La teoría de la relatividad:
más de un siglo de vida


Por Juan Carlos García
© Especial para mediaIsla

Con una centena de años a cuestas, a la Teoría de la Relatividad luce más joven que nunca. Para compartir con todos en Media Isla, les presento unas reflexiones sobre E=mc2. Es una fórmula tremendamente simple y maravillosamente compleja. Gran parte de los misterios del universo quedan del todo esclarecidos gracias a ella. Por medio de E=mc2, la Teoría de la Relatividad ha sido probada hasta en un 99%. Que un cerebro humano haya sido capaz de sospechar que la materia y la energía son dos manifestaciones de la misma cosa, prueba que el Dr. Einstein fue un verdadero genio.

Que una persona haya descubierto que espacio y tiempo también son dos manifestaciones de la misma cosa, demuestra lo privilegiado de la mente creadora de Don Albert. Es más: que alguien haya sido capaz de establecer que el tiempo y el espacio se curvan ante la presencia de masa, lo que se manifiesta ante nuestros ojos como la fuerza de gravedad, deja claro que el inmenso talento del científico alemán no ha tenido parangón en la historia de la ciencia.

A su vez, este sabio deslumbrante demostró que la curvatura del espacio-tiempo afecta la trayectoria de los cuerpos móviles, incluida la luz. De este modo, la tesis de Einstein desplaza de golpe a la ciencia de Newton, que tenía casi 400 años de autoridad física. Igualmente, afirmar que "El universo es finito pero ilimitado" es una contundente muestra de su capacidad para elaborar conceptos. Para muchos, semejante postulado suena a contradicción, pero es una proclamación llena de profundidad y elegancia.

Con su fórmula E=mc2 todo quedó claro: la fuerza de gravedad, la expansión del universo, la materia oscura, los agujeros negros, los agujeros de gusano, los pulsares, las estrellas de neutrones, la naturaleza del Sol y la cantidad de vida que le queda por delante. A causa de dichas 4 siglas, quizás la teoría de cuerdas del mundo sub-atómico y de mecánica cuántica, queden a la postre finalmente comprendidos.

Sin embargo, Einstein fue arrastrado por el vendaval de la política, pese a ser el primer enemigo de este quehacer humano. Albert Einstein aborrecía la política y a los políticos.

Curioso es que el gran pacifista que fue Albert Einstein, urgió al presidente de los Estados Unidos a construir la bomba atómica. La carta fue enviada al presidente Franklin D. Roosevelt, pero quien la ejecutó fue su sucesor, el presidente Truman. Sólo se construyeron dos bombas. No había más en 1945. Eran dos artefactos enormes: Trinity fue el apodo para el lanzamiento de prueba, como Fatman (Gordito) lo fue para el escenario real de Hiroshima. Si fallaban o no lograban persuadir a Japón de rendirse, la Segunda Guerra Mundial habría continuado, quién sabe a costo de cuántas muertes y cuántas bombas más.

Cuando niño, Einstein cayó enfermo. Estando en cama su padre le regaló una brújula, que fue la clave de muchos de sus hallazgos, según explicó años más adelante. ¿Pero qué tiene que ver una brújula con su fórmula? Nada. Pero despertó su imaginación, que fue lo importante. Un dato al margen: se dice que tuvo muchas amantes, todas aprobadas por su segunda esposa, ya que con ella firmó un acuerdo sui generis matrimonial, en una de cuyas cláusulas le permitía tomarse esta clase de libertades de aposento. Quizás, como en todo, meros chismes de postín científico.

Al centro de un lago se le vería tocar el violín, a solas, reiteradas veces con la complicidad de su silencio, y bajo el plafón de la noche tachonado de estrellas. El Dr. Einstein aseguraba que la moralidad no era dictada por Dios sino escrita por la humanidad. La ética, -dijo muchas veces- es una preocupación exclusivamente humana, sobre la que no hay ninguna autoridad sobrehumana. Vegetariano el resto de su vida desde los 60, creyó fuertemente en el renacer de nuestra especie, pero a costa de mucho sacrificio.

Pese a su talento superior, el Dr. Einstein era un matemático relativamente pobre. Basta decir que no aprobó su examen de admisión a la universidad. Su esposa, Mileva, era quien muchas veces lo asistía en dicha materia. Algunos extraviados han llegado a afirmar que su fórmula se la dictó un extraterrestre, ya que ningún ser humano estaría en capacidad de elaborarla. Como ser humano al fin, cometió hasta 6 errores de cálculo al intentar explicar matemáticamente su fórmula.

Un alumno suyo logró sacarlo de uno de sus errores llenado delante de él 5 pizarras de cálculos. Einstein le quedó hondamente agradecido. Se le llama el genio de las 23 errores, ya que esa fue la cantidad de metidas de pata que cometió en nombre de la ciencia, un número muy alto de errores fácilmente perdonables gracias a su resplandeciente joya universal: E=mc2. Dicha fórmula ha sido reproducida en 90 de los 101 pisos del Taipei 1001, de Taiwán y ha sido formada por 20 mil estudiantes para establecer un récord Guinness.

[Juan Carlos García, además de periodista y escritor, es astrónomo, graduado en Cambridge, England, en 1982]

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