4 de diciembre de 2013

Guillermo Yeatts: Un mundo cada vez más pequeño



Revolución del conocimiento:
Un mundo cada vez más pequeño
Por Guillermo Yeatts

Autor del libro “Un mundo pequeño: El futuro de la libertad en la era global”. Presidente de Fundación Atlas para una Sociedad Libre. Graduado en New York University con un Bachelor of Science en Finanzas y un Master en Economía. Doctorado Honoris Causa en Ciencias Sociales, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala. Realizó el posgrado OPM en la Escuela de Negocios de Harvard University en Cambridge, Massachusetts.

La revolución del conocimiento ha desatado -de forma acelerada- un achicamiento del planeta que ha puesto a competir las formas de organización de las más diversas sociedades. La sinergia entre la revolución digital, la informática y la biogenética -que decodifica toda la vida en el planeta- permite hoy potenciar los resultados de los avances en cada área.

Miles de millones de años atrás la superficie de la Tierra se concentraba en un único continente llamado Pangea. En nuestros días, la revolución del conocimiento está dando a luz un “Nuevo Pangea” en el que las murallas de información se desmoronan y los compartimentos estancos se empiezan a comunicar generando un proceso de competencia institucional. El creciente desarrollo tecnológico ha acortado las distancias entre las sociedades. Las formas de organización de los distintos grupos humanos se conocen a nivel global, los ciudadanos analizan y eligen las mejores alternativas. La revolución tecnológica crea nuevos sistemas que destrozan los anteriores. Los países e individuos pueden elegir "surfear" estas olas poderosas o tratar de pararlas y resultando aniquilados en el intento.

La riqueza hoy está basada en la inteligencia y una persona sin recursos económicos puede crear mayor valor que varios países juntos. Esto ha contribuido a la ampliación de la diferencia entre los países más ricos respecto de los más pobres, la cual ha pasado de una relación de 5 a 1 a una superior a 420 a 1 (comparando –por ejemplo- a Singapur con Haití).

Este proceso ha generado inocultables mejoras sobre la cantidad y calidad de la vida humana en la Tierra. En la actualidad, vivimos en el planeta 10 veces más personas que en 1750 y, como consecuencia del incremento de la esperanza de vida, lo hacemos por el doble de tiempo que a inicios del siglo XX. Pero esto no sólo se comprueba en los países “ricos”, sino que el fenómeno derrama sobre los países en desarrollo, en los que la expectativa de vida se incrementó –entre 1960 y 2005- de 45 a 65 años. Por su parte, la pobreza extrema en los países en desarrollo –definida como la supervivencia con un monto menor a 1.25 dólares diarios- también cayó del 52% en 1981 al 26% en el 2005.

Optimismo respecto del futuro de la humanidad

Una mirada superficial sobre el presente podría generarnos una sensación de frustración en términos de los desafíos todavía existentes. Pobreza, violencia, estancamiento parecerían sintetizar lo que se podría percibir a través de los medios de comunicación. Pero ¿es esta sensación fundamentada?

Si elevamos el ángulo de visión y tratamos de ver los procesos económicos e institucionales del planeta desde un punto de vista de mayor plazo, observamos con claridad que los resultados han sido fuertemente positivos. Sin que nos tiemble el pulso podemos afirmar que nunca antes en la historia de la humanidad el hombre ha vivido en un contexto de mejores condiciones económicas.

¿En qué basamos esta afirmación? Los números son extremadamente elocuentes para fundamentar este optimismo. Johan Norberg en su libro Cuatro décadas que cambiaron nuestro planeta explica por qué probablemente las décadas transcurridas desde 1960 hayan sido las de mayor avance en el nivel de vida de la humanidad de toda la historia. Al respecto menciona algunos impactantes indicadores de diferente naturaleza que confirman ese mensaje, a saber:

Mayor PBI per cápita mundial. Entre 1975 y 2005 el PBI per cápita global prácticamente se duplicó, incrementándose de 4.867 a 8.477 dólares. Esta suba se produjo mucho más fuertemente en los países de ingreso medio (134%) y en los de ingreso bajo (105%) que en los de ingreso alto (86%).

Menor pobreza en países en desarrollo. Mientras que en 1981, el 40,1% de los habitantes de países en desarrollo integraba la extrema pobreza, hacia el 2004 este porcentaje se había reducido al 18,1%. Es decir que entre 1999 y 2004, más de 139 millones de personas dejaron de ser pobres.

Mayor expectativa de vida. La expectativa de vida mundial al nacer entre 1960 y 2005 se incrementó en 18 años, aumentando en los países en desarrollo de 45 a 65 años.

Menor trabajo infantil. Mientras que en 1960 trabajaba el 24,9% de los niños entre 10 y 14 años, en el 2003 lo hacían apenas el 10,5%.

Más libertad económica. La libertad económica considerada a nivel global se incrementó entre 1980 y 2004 de 5.1 a 6.5, en base al índice de Fraser Institute, pasando este promedio de un nivel similar al de Nigeria a uno cercano al de México.

Mejores instituciones políticas. La población mundial que vive en sistemas democráticos se incrementó fuertemente de un 0% en 1900 al 31% en 1950 y a un 58,2% en el 2000.

Como vemos, ese progreso no se concentró en los países con mayor ingreso per cápita sino que el resto del mundo también lo experimentó. Si ponemos la lupa específicamente en los sectores más pobres del planeta confirmaremos con resultados aún más impactantes esta visión optimista sobre las dramáticas e inocultables mejoras en la vida de la humanidad. El estudio del Banco Mundial Understanding, Measuring and Overcoming Poverty hace referencia a algunos de estos avances concretos:

· La proporción de la población de países en desarrollo viviendo en pobreza extrema –definida como la supervivencia con un monto menor a 1.25 dólares diarios- cayó del 52% en 1981 al 26% en el 2005.
· La expectativa de vida en esos países aumentó de 60 a 66 años entre 1980 y el 2006.
· La tasa de mortalidad infantil en países de ingresos bajos y medios cayó de 87 por 1000 en 1980 a 54 en el 2006.
· La alfabetización adulta también mejoró: en el caso de los hombres de países de ingresos bajos y medios pasó a ser del 77% al 86% entre 1990 y 2004. En el caso de las mujeres, creció de 60 a 74%.

Este nuevo escenario, que da como resultado un mundo más pequeño, con más humanos que viven más y mejor, es el reflejo de un descubrimiento institucional llamado libertad.

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