12 de abril de 2015

Ventajas que trae el estudio



En otros tiempos no muy lejanos de la historia personal de gente que hoy es tildada de "mayor" (mi caso, por poner un ejemplo cercano), estudiar una carrera o aprender un oficio era una garantía para asegurar un futuro mejor. ¿Por qué? Porque el mundo estaba en plena construcción, al menos en algunos países que habían tomado el liderazgo de precoces ciencias y técnicas que, como es posible apreciar en recorridos por inventos y descubrimientos, habían tomado un movimiento uniformemente acelerado durante el siglo XIX para crear un ambiente en el siglo XX que parecía inmejorable.

"Ya no saben qué inventar" - decían las gentes comunes de los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial, un drama provocado por ese mismo desarrollo del cual algunos países querían asumir el liderazgo.

"Ya está todo inventado" - comentaban luego de la Segunda Guerra Mundial, y parecía que un puñado de naciones y alianzas serían las que recorrerían la segunda parte del siglo pasado aprovechando imperialismos de diversos signos para usar las ventajas que las nuevas ciencias y técnicas ayudaron a establecer y mantener.

El conocimiento se transformó en el arma más buscada. Profesionales y técnicos asumieron los roles más destacados en una sociedad manejada por ellos como brujos que retornaban al poder bajo el control de pequeños grupos que compraban su trabajo con el dinero o el poder que unos pocos capitalistas o unos pocos líderes con mano de hierro comenzaron a controlar.

Fue durante las décadas desde 1950 al 2000 que se fueron remplazando nombres de individuos notables en esos nuevos desarrollos por designaciones de empresas y corporaciones. Hasta que comenzó esta etapa del proceso, los Premios Nobel, por ejemplo, eran obtenidos por personas de las que aprendíamos sus nombres y biografías. Pero al ir aproximándonos al fin de milenio, ya no conocíamos realmente quiénes eran los premiados y por qué invento o descubrimiento habían obtenido ese lauro, ya que a lo sumo recordábamos su país de origen, su lugar de trabajo y, con suerte, la ciencia con la que se relacionaban sus estudios.

Al entrar en los años 2000 comenzaron a flaquear los recursos de la comunidad humana. Rumbo a los 8000 millones de habitantes se vio que se había invertido más en destruir que en construir y que ya ni podía asegurarse agua para todos. Entonces esos países que tenían algún tipo de liderazgo en el mundo nuevo que se iba diseñando decidieron dividir la humanidad como ya lo habían planteado en los siglos XVIII y XIX: un pequeño grupo de "capitanes de la ciencia y de la industria", dueños de la tecnología, un gran conjunto de países pobres proveedores de la materia prima recibiendo remuneraciones suficientes como para ser consumidores de los productos elaborados. Y las supuestas transitorias utilidades siendo captadas por ese pequeño conjunto de empresarios. ¿Podrá funcionar este sistema?

La torpeza de ese grupo de capitanes no previó que sus propias actividades causarían, por ejemplo, cambios en el suelo, el agua y el aire que harían insuficientes los recursos. Y si los países pobres productores de materia prima van reduciendo su capacidad para suministrar los elementos básicos por sufrir una devastación en busca de que esos recursos estén disponibles hoy mismo sin asegurar alguna forma de reposición racional, se agotarán hasta hacer imposible el funcionamiento de las que por unos años fueron industrias florecientes y el conjunto de la humanidad se empobrecerá hasta desaparecer.

Cada vez menos humanos pueden ser abastecidos en el sector "privilegiado". El que el siglo pasado se sintiera seguro porque era, por ejemplo, "ingeniero" y tuviera una alta remuneración mensual por su labor en las que llamé "industrias florecientes" ahora debe conformarse con un pago equivalente al que antes recibía un operario calificado. El dinero ya no está destinado a expertos en producción sino a expertos en economía, y los nuevos "capitanes" no son industriales sino economistas y gerentes de bancos que no dosifican la energía sino unos papeles que la representan. Están como los antiguos piratas que asaltaban barcos para robarles joyas y monedas de oro. Las llevaban a alguna isla para enterrarlas pero cuando se acababan los alimentos y las volvían a la superficie descubrían que ni las joyas ni las monedas de oro eran comestibles y así morían de hambre.

Hoy alguien consigue con mucha dificultad e inestabilidad un trabajo relacionado con la producción de materias primas a cambio de un salario cada vez más insuficiente. La industria elabora por ejemplo un televisor de nosecuántas pulgadas que luego adquiere ese alguien en cómodas pero costosas cuotas con las que el dinero retorna a los bancos (los tesoros enterrados en las islas) a cambio de una supervivencia cada vez más difícil, tanto de los productores como de los administradores. Y la espiral se continúa cerrando.

Los que eran "capitanes de la industria" y ahora son "capitanes de la economía" incorporan políticos que actúen como amortiguadores de esos efectos y utilicen parte de recursos y de dinero inventado para generar puestos de trabajo aparentes que den la imagen de que está todo bien. Pero la realidad es la única verdad y poco a poco irá mostrándose con mayor crudeza.

¿Existirá alguna forma de modificar esta situación global antes de que los humanos hayamos consumido nuestros propios recursos hasta agotarlos? ¿O el fin de esta sociedad será consecuencia de la superpoblación y del mal manejo de la ciencia y la tecnología que privilegió el bienestar de unos pocos a la supervivencia del conjunto?

Titulé esta nota "ventajas que trae el estudio". ¿Las trae? Sí. Siempre es más beneficioso vender conocimientos (producto del cerebro) que trabajo no calificado (producto del sudor de la frente). Es menos agotador y algo mejor remunerado, al menos en este 2015. Pero no basta tener algún título, como sucedía unos cuantos años atrás. Hay que tener conocimientos reales que ofrecer a quienes pueden contratarnos para obtener más ganancias reduciendo costos. Siempre ellos van a pagar lo menos posible por recibir lo más posible. Por eso los salarios se consideran pérdidas para el contratante y ganancias para el trabajador.

Hay que procurar aprender lo que pocos sepan realmente. No ser "uno más" sino ser "ése que sabe". Buscar producir bienes y/o servicios que otros necesiten, que puedan comprarnos para ellos reducir costos o incrementar utilidades. Cada dato que uno consigue, cada idea que genera, cada invento o descubrimiento que puede agregar (porque no es verdad que "está todo inventado") suma valor a lo que uno ofrece y permite tener más oportunidades de sobrevivir, sin necesidad de recurrir a lo ilegal, a lo inmoral, a lo corrupto.

¿Y qué será de las próximas generaciones? ¿Qué oportunidades tendrá quien salga a competir digamos en el 2050? Evidentemente no dependerá de sus capacidades musculares pues habrá siempre una máquina que pueda reemplazarlo. Dependerá de sus capacidades creativas, de sus conocimientos y de su inteligencia para aplicarlos, porque eso no puede hacerlo ninguna máquina compitiendo con su cerebro.

Cuando allá por 1971 decidí que la naciente computación electrónica iba a darme las herramientas que efectivamente me permitieron competir con ventajas en un lugar como la capital de la provincia de Buenos Aires, no me equivoqué. Pude sobrevivir como pretendía aunque eso requería que aprendiera continuamente para mantenerme actualizado en esa nueva tecnología.

En tiempos en que tuve la oportunidad de participar de la investigación científica, ser uno de los muy pocos argentinos que trabajaban con la hoy popular 5-hidroxi-triptamina, primero llamada "bufotenina" y actualmente "serotonina", o de probar los efectos del litio como antidepresivo y cosas así, me encontraba con una limitación casi brutal: la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata tenía recursos para pagarme un sueldo como Graduado (que lo todavía no lo era) investigador (que sí lo era) pero no tenía recursos suficientes para reparar el microscopio, la ultracentrífuga o cualquier otro aparato que necesitara. Cada mes me atrasaba dos o tres meses en la competencia con mis colegas en Suecia o en los EEUU. Decidí cambiar de actividad aunque me ofrecían becas y viajes por el mundo para conocer otros centros de investigación. A esto respondí que yo quería investigar, no ir a ver lo que otros hacían y que yo nunca iba a poder hacer por falta de recursos.

Cuando me inscribí en el primer curso abierto que los profesores de "IBM" daban en La Plata y comencé a meterme en el Assembler/360 con tarjetas perforadas y todo eso, cerca de los años 80 aparecieron las PC con su Basic y su Cobol. ¿Cuál era la diferencia? Que cualquier empresa mediana podía adquirir una y era del mismo modelo y potencia que la que ese mismo día presentaba en el Silicon Valley un muchacho de mi edad llamado Bill Gates. Tenía una herramienta igual a la de mis posibles competidores en el mundo. Y hoy sigue siendo así. En un rinconcito del mundo llamado Esquel dispongo de elementos para, por ejemplo, mantenerme actualizado con los avances científicos y tecnológicos, participar de las actividades de un equipo de físicos que manipulan en Suiza y Francia un aparato de 2.500 millones de dólares, aprender y enseñar en la medida de mi capacidad y posibilidades.

Así que, amigos, a pesar de todas los nubarrones que planteé al comienzo de esta nota, "todo va mejor si uno aprende más" y si uno encuentra cómo "vender" esos conocimientos.

Si alguien no logra comprender cómo se calcula una integral indefinida y busca ayuda, no se acerca a mí porque soy un "viejito simpático" sino por lo que sé de integrales indefinidas. Durante cincuenta años o algo más tomé como tarea permanente transmitir conocimientos y nunca dejé de hacerlo.

Seguramente entre quienes leen esta nota hay unos cuantos a los que les sirvió mi ayuda en los años 60, ó los 70, ó los 80, ó los 90, ó los 2000, ó los 2010 ó más aún a través de las guías que me asegurarán vía internet "seguir estando cuando ya no esté". Y además disfrutando del cariño y el respeto de mucha gente maravillosa que alimentó siempre mis energías.

Estudien, amigos, tengan la edad que tengan y vivan en las condiciones que vivan. Elijan algo que les guste, intelectual, manual, artístico, lo que sea, pero sepan más, todo lo posible, para intentar ser los mejores en lo que hagan.

Porque les aseguro que vale la pena.

Prof. Daniel Aníbal Galatro
Esquel - Chubut - Argentina

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